Tant'amare

Revista de terapias naturales, desarrollo personal, ecología...

De miedo - por José Escánez


Artículos Tant'amare - Historias para reflexionar
Cuando alguien viene al mundo lo hace absolutamente desnudo. Por dentro y por fuera. Es un ser limpio, se podría decir que casi puro. Normalmente sus padres lo esperan ilusionados. Cuando por fin llega, lo consideran un ser maravilloso al que abrazan, miman y cuidan con amor. Es una nueva vida querida, protegida, sin miedo. Esa nueva persona sentirá continuas muestras de ser extraordinario por un tiempo, pero tarde o temprano empezará a contaminarse, comenzará a acumular boñigas mentales.

Miedos, bloqueos, condicionamientos… los pensantes nos vamos cargando de ellos desde muy temprana edad. Estamos desnudos hasta que se nos empieza a meter miedo. Se nos dice lo que se debe y lo que no se debe hacer, lo que es bueno y lo que es malo, lo que es correcto y lo que es incorrecto, lo que es blanco y lo que es negro. Y lo creemos a pies juntillas.

Todos tenemos básicamente los mismos miedos. Se llega a ellos por distintos caminos, de distintas formas y a través de experiencias vitales diferentes, pero los miedos, de un modo u otro, nos unen y nos definen. Hacen que nos asalten las vergüenzas, las incapacidades, las indecisiones… El miedo al fracaso, el miedo al éxito, el miedo a hablar, a callar, el miedo a amar, a ser amado, el miedo a que te dejen, a dejar, a dar, a recibir, a pedir, el miedo a cuidar, a ser cuidado… El miedo a la felicidad, a la infelicidad, al rechazo, a la soledad, el miedo a la pareja, a los demás y a uno mismo. Centenares de miedos.

Y ante los miedos surgen las máscaras. Escondiéndonos tras una se nos hace más cómodo movernos entre los demás sin que se den cuenta que estamos con los dientes trincados y el culo apretado. Así es más fácil bloquearnos ante otros y apartarlos para no pasar miedo, por no reconocerlo, por no ceder ni rendirse ante él. Porque cuando queremos hacer frente al miedo, pararlo y dejar de tenerlo, lo único que conseguimos es tener miedo al miedo, y las consecuencias pueden ser peores. Con la edad y la experiencia, por simple acumulación, nos llegan y se perciben más miedos. Y así como la mente y su diálogo sordo incesante no decaen fácilmente, las boñigas, los miedos y los condicionamientos aprendidos tampoco.

Hay cosas como la vejez, la enfermedad y la muerte que dan tanto miedo que se evita hablar de ellas. Incluso muchos prefieren escapar de la razón y huir hacia delante a través del abuso de quitadolores emocionales o de la búsqueda de disonantes fantasías en pos de una felicidad irreal y aliviante. En definitiva, escapar de los miedos a través de la reafirmación en las creencias y condicionamientos aprendidos, afianzándose de forma adictiva en la queja, el drama y las pautas de conducta repetitivas y persistentes.

Rendirse, ceder ante los miedos podría ser una buena opción. Compartirlos también los convertiría en una carga menos pesada. Están; los tenemos… y qué. Forman parte de nuestra vida, y en la vida también se pierde. Y es bueno perder, porque significa que también es posible ganar. Y es bueno ceder, porque la verdadera fuerza reside en la capacidad de aceptar. Puede ser que la felicidad consista en no ser feliz y que no te importe.


José Escánez
Abogado