07/01/14 10:24 Categoría:
Opinión

Cuando alguien viene al mundo lo hace absolutamente desnudo. Por dentro y por fuera. Es un ser limpio, se podría decir que casi puro. Normalmente sus padres lo esperan ilusionados. Cuando por fin llega, lo consideran un ser maravilloso al que abrazan, miman y cuidan con amor. Es una nueva vida querida, protegida, sin miedo. Esa nueva persona sentirá continuas muestras de ser extraordinario por un tiempo, pero tarde o temprano empezará a contaminarse, comenzará a acumular boñigas mentales.
Miedos, bloqueos, condicionamientos… los pensantes nos vamos cargando de ellos desde muy temprana edad. Estamos desnudos hasta que se nos empieza a meter miedo. Se nos dice lo que se debe y lo que no se debe hacer, lo que es bueno y lo que es malo, lo que es correcto y lo que es incorrecto, lo que es blanco y lo que es negro. Y lo creemos a pies juntillas.
Todos tenemos básicamente los mismos miedos. Se llega a ellos por distintos caminos, de distintas formas y a través de experiencias vitales diferentes, pero los miedos, de un modo u otro, nos unen y nos definen. Hacen que nos asalten las vergüenzas, las incapacidades, las indecisiones… El miedo al fracaso, el miedo al éxito, el miedo a hablar, a callar, el miedo a amar, a ser amado, el miedo a que te dejen, a dejar, a dar, a recibir, a pedir, el miedo a cuidar, a ser cuidado… El miedo a la felicidad, a la infelicidad, al rechazo, a la soledad, el miedo a la pareja, a los demás y a uno mismo. Centenares de miedos.
Y ante los miedos surgen las máscaras. Escondiéndonos tras una se nos hace más cómodo movernos entre los demás sin que se den cuenta que estamos con los dientes trincados y el culo apretado. Así es más fácil bloquearnos ante otros y apartarlos para no pasar miedo, por no reconocerlo, por no ceder ni rendirse ante él. Porque cuando queremos hacer frente al miedo, pararlo y dejar de tenerlo, lo único que conseguimos es tener miedo al miedo, y las consecuencias pueden ser peores. Con la edad y la experiencia, por simple acumulación, nos llegan y se perciben más miedos. Y así como la mente y su diálogo sordo incesante no decaen fácilmente, las boñigas, los miedos y los condicionamientos aprendidos tampoco.
Hay cosas como la vejez, la enfermedad y la muerte que dan tanto miedo que se evita hablar de ellas. Incluso muchos prefieren escapar de la razón y huir hacia delante a través del abuso de quitadolores emocionales o de la búsqueda de disonantes fantasías en pos de una felicidad irreal y aliviante. En definitiva, escapar de los miedos a través de la reafirmación en las creencias y condicionamientos aprendidos, afianzándose de forma adictiva en la queja, el drama y las pautas de conducta repetitivas y persistentes.
Rendirse, ceder ante los miedos podría ser una buena opción. Compartirlos también los convertiría en una carga menos pesada. Están; los tenemos… y qué. Forman parte de nuestra vida, y en la vida también se pierde. Y es bueno perder, porque significa que también es posible ganar. Y es bueno ceder, porque la verdadera fuerza reside en la capacidad de aceptar. Puede ser que la felicidad consista en no ser feliz y que no te importe.
José Escánez
AbogadoTags: José Escánez
Hera
Carlota llegó al curso de Terapia Floral más por desesperación que por curiosidad. Desde hacía algún tiempo su estado emocional se había ido alterando, pasando de la alegría cotidiana a una sensación de desinterés vital que le hacía vivir cada día con esfuerzo y desesperación. A sus 39 años parecía que lo tenía todo para ser feliz, una casa grande y bonita, dos hijas sanas y activas, un pequeño trabajo que le dejaba tiempo libre y le proporcionaba algo de dinero y satisfacción y un marido empresario, hombre de cierto éxito en su ramo. Sin embargo, Carlota no se sentía satisfecha, carecía de serenidad y cada nuevo día no era más que la repetición del anterior. A través del trabajo con la Terapia Floral fue aprendiendo a mirar hacia dentro, a atender a sus sensaciones, emociones, sentimientos y pensamientos y a descubrir qué aspectos dentro de ella permanecían desarmonizados y no le permitían vivir con serenidad. El curso de “Arquetipos femeninos y esencias florales de La canción de Eva” fue toda una revelación para ella, pues en cuanto se expuso el arquetipo Hera se dio cuenta de que tal y como estaba presentado, así era su vida. Se sentía insatisfecha consigo misma, con su vida y con su relación de pareja porque su marido, trabajador incansable, estaba más centrado en su empresa que en ella. Cuando llegaba a casa el hombre sólo quería relajarse, desconectar, y no la atendía a ella ni a las cosas que había hecho en la casa o en su trabajo, no se interesaba por ello y esto hacía que Carlota sintiese que no era importante, que no era apreciada ni valorada. Como en el caso del arquetipo, esperaba que su marido le diese valor a ella como persona, apreciando sus actividades o su trabajo y fundamentando su satisfacción interior en la apreciación de su marido y no en lo que ella sintiese por sí misma. Esta situación hacía que las expectativas cotidianas de Carlota respecto a lo que su marido debía hacer y demostrar se viesen frustradas cada día y su estado de ánimo, su confianza y su autoestima fueran disminuyendo poco a poco. Además, dado el círculo de relaciones sociales en el que se movían, Carlota permanentemente se mantenía al servicio de su marido para fiestas, viajes o cenas, acompañándolo y asumiendo el papel de esposa bonita, extrovertida y feliz que agrada a todo el mundo, aunque en muchas ocasiones, en su interior, no sintiese esto como real.
La toma de la esencia Hera – esposa comprometida provocó un cambio en su actitud y en su ánimo. Pronto comprendió que la sensación de realización y satisfacción que ella buscaba no la iba a encontrar en su marido, ya que este estaba demasiado centrado en su trabajo, reuniones y comidas, y que, en el fondo, tampoco era su función. A raíz de esta toma de conciencia comenzó a asumir su responsabilidad para consigo, a desarrollar más su mundo profesional y personal, a priorizarse a sí misma en todos lo sentidos. Este cambio de conciencia le llevó a abrir su mente y su mirada, se dio cuenta de que su armonía y satisfacción dependía exclusivamente de ella y puso en marcha un proyecto personal y laboral que, “sorprendentemente” comenzó a tener éxito y a proporcionarle esa satisfacción interior que tanto deseaba. Integrado el arquetipo, la influencia de este como limitación en su vida cotidiana ha desaparecido y ahora se siente plena y realizada, con la capacidad de afrontar la vida y sus situaciones desde un lugar diferente, sin esperar que sea su marido el que tenga que venir a solucionar o a validar sus ideas, decisiones o acciones. Se ha vuelto una mujer independiente, fuerte y segura, algo que ella quería sentir a través de la figura del marido pero que ha tenido que aprender a crear desde ella misma.
Estos y muchos otros trabajos han podido ser resueltos gracias a la sabiduría de las esencias florales, verdaderas maestras para un terapeuta floral que sepa escucharlas y reconocerlas en toda su profundidad informativa y energética.
Sin duda os animo a formaros en profundidad en el uso de este sistema floral porque el beneficio que aporta al trabajo terapéutico es verdaderamente interesante.
José Antonio Sande
Terapeuta floralTags: J. Antonio Sande

En el año 1980 el fisioterapeuta, osteópata y kinesiólogo belga Raphael Van Asshe descubrió “la Kinesiología Holística” con el ARM REFLEX (AR).
Ese año trabajaba en España y le llegó a la consulta una paciente amiga suya con un dolor lumbar. Una de las formas de trabajar la osteopatía cuando hay lesión de espalda es estirar los brazos del paciente estando éste tumbado boca arriba, con los dos brazos por encima de la cabeza en la prolongación con el cuerpo y con las palmas de las manos enfrentadas, con la intención de observar el acortamiento del músculo psoas, músculo implicado en la mayoría de estas disfunciones. Si al estirar ambas manos de forma fuerte y mantenida, observamos un brazo más corto que el otro es que el psoas de aquel lado esta hipertónico y contraído, con la consiguiente adaptación de alguna vértebra.
Mientras Raphael Van Asshe le hacía la prueba, la paciente empezó a hablar de su familia y a relatar el proceso que le había llevado a aquel estado, que no era otro que la relación problemática con un pariente suyo: explicaba que un día estando cortando flores en el jardín agachada recordaba la relación, sonó el teléfono y su marido la llamó diciéndole que aquel pariente la estaba llamando. Al incorporarse rápidamente, para acudir al teléfono, apareció un bloqueo en las lumbares y notó un intenso dolor en la zona.
Lo novedoso de la situación fue que durante todo el relato Raphael Van Asshe le tiraba “suavemente” de los brazos y observó que había momentos en que se acortaba un brazo, que era cuando hablaba de la emoción relacionada con su pariente, mientras que en otros momentos los brazos se igualaban, que correspondía a una liberación de la tensión emocional. Al cabo de un rato de hablar sobre el tema los brazos permanecieron equilibrados. Los dolores y la disfunción habían remitido.
Analizando el hecho, Raphael Van Asshe dedujo que había tanta emoción en esta persona y los psoas estaban tan contraídos que la llamada telefónica fue la última gota que hizo rebosar el vaso, el último estrés que no pudo aguantar. El resultado era que en el momento que había acortamiento de un brazo, había también un cambio de tono en toda una cadena muscular anterior y posterior, producido por una emoción.
Aquí fue cuando se dio cuenta del gran descubrimiento, mientras Goodheart y la Kinesiología Aplicada trabajan con el tono muscular, la Kinesiología de Van Asshe o Kinesiología Holística trabaja con los cambios de tono de las cadenas musculares anteriores y posteriores.
Mientras que los test realizados con músculos sueltos o por parejas trabajan sobre músculos fásicos, el reflejo de los brazos o ARM REFLEX (AR) como le llamó entonces su descubridor, trabaja sobre las cadenas y músculos no fásicos.
Con el AR entran en juego las cadenas musculares anteriores y posteriores completas, incluyendo los músculos que mantienen la postura, que trabajan 24 horas al día y que es donde vamos a guardar la información tanto si estamos relajados, durmiendo, o en acción. El AR es una respuesta de toda la energía estática, del esquema corporal, que es donde está la información de todo lo ocurrido.
Por otra parte, con el AR tenemos el reflejo completo de la cadena izquierda con la derecha, hasta entonces no estudiado y que se tenia poco en cuenta. Imagínense si nuestro pie izquierdo no tuviera conciencia de lo que le ocurre al derecho, no podríamos andar. La respuesta está pues en la integración de las dos cadenas musculares.
Con el AR conseguimos todo el trabajo de la musculatura de la espalda y el resto del cuerpo, al trabajar con todas las cadenas musculares, con lo que trabajamos con la mayor cantidad de información posible.
Nuestro cuerpo tiene la información de todo lo que ha ocurrido en nuestra vida, y por ello, con Kinesiología Holística, si sabemos hacer correctamente una serie de preguntas al cuerpo, nos contesta exactamente sobre ellas.
Cuando se produce un AR tenemos la respuesta de la integración de todas las cadenas. Ambas cadenas musculares anteriores y posteriores reciben una señal diferente, por una orden de una zona del cerebro, evidenciándose con una diferencia de tono en ambas, con la producción de un aparente acortamiento de los brazos.
Había nacido la Kinesiología Holística.
Isabel Sierra
Médica colegiada y en Experta en Kinesiolgía Holística
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