junio 2014

Escuela Waldorf: cuidado, respeto y disfrute - por Ángeles Caro


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Hace ya más tres años que nos surgió la inquietud de hacer una escuela diferente en Almería.
Soy profesora de secundaria y ya me venía preguntando desde hacía tiempo por qué los estudiantes no tenían interés. Yo tengo interés por conocer todo mi alrededor, cómo funcionan las cosas me fascina, pero veía que a mis estudiantes no les pasaba lo mismo.
Luego nació mi hija y vi que ella tenía interés por todo y me preguntaba: ¿cuándo se acaba ese interés por todo lo que a uno le rodea? Algunas maestras de infantil y primaria con las que hablaba me decían que ellas notaban ya ese cambio en los primeros años de la primaria... “Algo hacemos para que estos niños a los que le interesaban miles de cosas un año, al otro ya no...” me decían esas maestras...

Por aquél entonces nos juntamos muuuchos padres con inquietudes similares. Muchas madres, sobre todo; nos juntamos porque sentíamos que no nos convencía algo de la escuela tradicional...

El camino hasta llegar aquí ha sido largo. Muchas personas se han acercado al proyecto con miedos, con inseguridades. Sobre todo cuando el resto de la sociedad, incluidas muchas veces personas muy allegadas, te decían todo en lo que te podías equivocar, todo lo que salía mal, todo lo que las otras escuelas tienen de materiales o espacios y la nuestra no tenía... Pero, en muchas ocasiones, ese sentir de que hay que seguir luchando, hay que seguir mejorando, ese sentir de que, aunque falten muchas cosas materiales, lo principal nuestra “escuelita” lo tenía: el respeto profundo a los niños, a que sean lo más libres posibles, no a que sean como nosotros queremos que sean, hacía que continuáramos...

Al principio no teníamos las ideas claras, queríamos una escuela respetuosa pero no sabíamos qué pedagogía, no éramos maestras formadas en todas las pedagogías como para decidir!! solo sabíamos de oídas de unas y de otras!!
El universo y las casualidades o las causalidades nos invitaron a contratar una maestra waldorf.
Ese año vimos cómo algunos niños que entraban fuera de sí, inquietos, no malos, pero que no paraban, ahora se centraban, jugaban de manera más armónica. Veíamos cómo los niños no competían entre ellos sino que jugaban todos juntos, con mucho movimiento, claro! pero con armonía. Hasta ese momento no había percibido la diferencia entre un niño fuera de sí, excitado con todo lo de fuera, y un niño centrado... Y me quedaba boquiabierta...

Ese año aprendí a que estar fuera de sí es no hacer caso a tu yo interior, a lo que tú realmente quieres, porque te sobreexcita tanto el exterior que solo reaccionas a lo que ocurre a tu alrededor, no eres libre de actuar, tu impulso interno no puede salir porque el exterior te abruma, te excita, te entretiene, te asusta y te pierdes en el ruido exterior, en querer ser o hacer lo que hace feliz a papá o mamá, ahogando tu voz interna.

Este año he visto más cambios sorprendentes. Un niño entró con una enfermedad autoinmune, durante su estancia en el proyecto la enfermedad fue remitiendo hasta casi desaparecer. Será casualidad, pensé, pero cuando sus papás se mudaron a otra ciudad la enfermedad volvió a crecer... Sus padres quieren volver a mudarse para que pueda volver a formar parte.
Otro niño no podía ser tocado por ningún otro niño. Su madre me contaba con lágrimas cuando, unos meses más tarde, los demás niños le hacían un masaje...
Cuando le preguntaba, sorprendida, a nuestra cuidadora Waldorf, ella nos decía con una sonrisa: es que en Waldorf se cuida al niño entero, no solo su cuerpo. Se cuida también su cuerpo etérico (energético, pensé yo que decía) de manera que el niño puede usar esa energía en sanarse, en terminar de formar su cuerpo para ser un adulto sano, no en solucionar el estrés o en aprender cosas que ponen contentos a mis papás...

La adaptación de los niños al cole es respetuosa, con los niños y las madres. El niño vive la adaptación, no la sufre.
Por otro lado, cada vez que hablaba con las maestras, éstas me hablaban de lo que observaban en cada niño y cómo, según cómo fuera el niño, necesitaba unas cosas u otras para alcanzar su equilibrio: “Este niño, por su sensibilidad, necesita mucha seguridad a su alrededor, y eso se lo proporciona el ritmo constante, armonioso y amoroso”. “Esta niña, necesita unos límites muy claros para sentirse cuidada, para sentir que se ocupan de ella” , “ A esta niña hay que traerla dentro de sí con un gesto de los brazos para que no se disperse”, etc...

A lo largo de estos años he visto cambios maravillosos, cuidados que no sabía siquiera que se podían tener y lo he visto en los niños, en cómo están.

También he hablado con personas, muchos de otros países donde la pedagogía está más extendida, y que me comentan las maravillas, en primera persona o en sus hijos, de esta pedagogía.

En España nos cuesta cambiar pero, afortunadamente, aunque seamos los últimos en Europa, vamos cambiando. En el País Vasco se están concertando los colegios Waldorf. Ya existe en España educación Waldorf hasta bachillerato. Alrededor de la escuela libre Micael de Madrid han surgido multitud de jardines de infancia y colegios de primaria en los que hay listas de espera para entrar.

Pues bien, tenemos esta oportunidad al alcance de nuestras manos, crear un cole en el que los niños se sientan respetados, mirados, cuidados, en todos sus sentidos, no solo el físico, cuidando lo que tocan, lo que ven, lo que perciben de sus adultos y del mundo exterior, en contacto con la naturaleza y, por supuesto, sin perder la conexión con ellos mismos; proporcionándoles la tranquilidad que necesitan para mantener viva dicha conexión. Además, no se trata de un experimento, se llevan viendo 100 años los beneficios de esta pedagogía en el mundo.
En la pedagogía Waldorf no se alimenta el intelecto del niño hasta que no está maduro para ello. Y el niño no se aburre, está experimentando con sus manos y su cuerpo. Cuando está listo absorbe con gran rapidez, sin estrés y sin etiquetas o decepciones de soy malo para esto o lo otro, cada uno a su ritmo. No hay exámenes, entonces ¿por qué aprenden los niños? Porque lo disfrutan.
Por otro lado, multitud de “desórdenes” muy comunes hoy en día en los coles, etiquetados de mil formas TDH, autismo… son observados y tratados en la pedagogía de manera que ya no hay desorden...
El trato con el maestro es de respeto hacia esa persona que me enseña, no desde el miedo o el autoritarismo. El alumno se siente respetado y respeta por ello.



Ángeles Caro
Escuela libre Waldorf Corazón de tiza

El cuerpo como fuente de placer - por Mireia Darder y Sílvia Díez


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Sin cuerpo no somos nada, sin embargo, lejos de escucharlo, cuidarlo y mirarlo con respeto, lo hemos convertido en un esclavo de nuestra insaciable exigencia y patológico perfeccionismo. En nuestro afán de mejorar, de alcanzar un objetivo y luego otro más, en un carrera inacabable hacia no se sabe qué lugar, nos hemos olvidado de contemplar el cuerpo, fuente de vida, placer y sensaciones, como algo sagrado. Parece que solo nos ocupemos realmente del cuerpo cuando nos duele. El resto del tiempo, sobre todo el cuerpo de la mujer, es víctima de una enorme presión que lo juzga y critica severa y constantemente cuando no se ajusta a los cánones de belleza y juventud.

Nuestra sociedad patriarcal ha asociado a la mujer a lo natural e igual que nuestra civilización a lo largo muchos siglos se ha empeñado en explotar y dominar a la naturaleza hasta casi extinguirla, lo mismo ha ocurrido con la mujer, su cuerpo y su deseo. Ahora, después de casi haberla destrozado, toca aplicar nuevas medidas para proteger a la naturaleza y a la mujer...

Exigencia y perfeccionismo
A la exigencia de esta sociedad sobre el cuerpo de la mujer para que se ajuste a un modelo de belleza, se añade un ritmo de vida lleno de obligaciones y estrés cuyo estado de alerta permanente alejan a la mujer de las sensaciones corporales y del placer que necesita relax. La falta de deseo que alcanza en muchos países occidentales dimensiones prácticamente patológicas es una de estas manifestaciones. Como aseguran Christopher Ryan y Cacilda Jethá, nuestra cultura ha declarado una guerra al deseo sexual. Nos hemos acostumbrado a anteponer hijos, pareja, trabajo, el quedar bien, etc… a cualquiera de nuestros deseos por muy necesario que resulte para nosotras satisfacerlo. Y, como dice Sylvia de Béjar, “ya no solo deseos eróticos, sino de cualquier clase y cuando nos olvidamos de nosotras mismas, difícilmente nos queda espacio para el placer.

El cuerpo de la mujer, agotado por el esfuerzo continuado, por las dietas, por el ejercicio a menudo impuesto y no disfrutado, acaba existiendo solo como objeto inerte, tal vez digno de ser admirado, pero falto de pulsión. La mujer se ocupa más de su cuerpo para lucirlo que para disfrutarlo. Prefiere obtener la admiración que gozar de las sensaciones que se generan en él.

¿Cómo reconectar con nuestro cuerpo? ¿Cómo entregarse al placer?
Se trata principalmente de conseguir algo tan fácil y a la vez tan complicado como el hecho de parar y volcar la mirada hacia nuestro interior en lugar de centrar nuestra atención en el afuera. Nuestro cuerpo está diseñado para el placer, a diferencia de los hombres, la mujer posee un órgano exclusivamente diseñado para el goce: el clítoris.

También es básico el trabajo corporal que facilita el desbloqueo del cuerpo, permite moverlo, sentirlo… Los trabajos de conciencia corporal y de movimiento nos permiten habitar nuevamente el cuerpo inerte, escuchar sus mensajes, descifrarlos... Practicar deporte no es lo mismo, porque se realiza en la mayoría de ocasiones sin conciencia y siguiendo preso de la exigencia para poder adjudicarse un nuevo logro.

Es muy importante combinar la fuerza del movimiento expansivo con los estiramientos y la relajación muscular... Se trata de ganar fuerza y a la vez de ser capaz de soltar tensión y relajar. Tanto la fuerza como la relajación son necesarias para alcanzar el orgasmo. Bailar, jugar, dejarse experimentar entregándose a la experiencia sin pensar, sin juzgarse confiando en nuestro instinto son las maneras de conectarse con el placer.



Mireia Darder y Sílvia Díez
Terapeutas Gestalt