El cuerpo como fuente de placer - por Mireia Darder y Sílvia Díez


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Sin cuerpo no somos nada, sin embargo, lejos de escucharlo, cuidarlo y mirarlo con respeto, lo hemos convertido en un esclavo de nuestra insaciable exigencia y patológico perfeccionismo. En nuestro afán de mejorar, de alcanzar un objetivo y luego otro más, en un carrera inacabable hacia no se sabe qué lugar, nos hemos olvidado de contemplar el cuerpo, fuente de vida, placer y sensaciones, como algo sagrado. Parece que solo nos ocupemos realmente del cuerpo cuando nos duele. El resto del tiempo, sobre todo el cuerpo de la mujer, es víctima de una enorme presión que lo juzga y critica severa y constantemente cuando no se ajusta a los cánones de belleza y juventud.

Nuestra sociedad patriarcal ha asociado a la mujer a lo natural e igual que nuestra civilización a lo largo muchos siglos se ha empeñado en explotar y dominar a la naturaleza hasta casi extinguirla, lo mismo ha ocurrido con la mujer, su cuerpo y su deseo. Ahora, después de casi haberla destrozado, toca aplicar nuevas medidas para proteger a la naturaleza y a la mujer...

Exigencia y perfeccionismo
A la exigencia de esta sociedad sobre el cuerpo de la mujer para que se ajuste a un modelo de belleza, se añade un ritmo de vida lleno de obligaciones y estrés cuyo estado de alerta permanente alejan a la mujer de las sensaciones corporales y del placer que necesita relax. La falta de deseo que alcanza en muchos países occidentales dimensiones prácticamente patológicas es una de estas manifestaciones. Como aseguran Christopher Ryan y Cacilda Jethá, nuestra cultura ha declarado una guerra al deseo sexual. Nos hemos acostumbrado a anteponer hijos, pareja, trabajo, el quedar bien, etc… a cualquiera de nuestros deseos por muy necesario que resulte para nosotras satisfacerlo. Y, como dice Sylvia de Béjar, “ya no solo deseos eróticos, sino de cualquier clase y cuando nos olvidamos de nosotras mismas, difícilmente nos queda espacio para el placer.

El cuerpo de la mujer, agotado por el esfuerzo continuado, por las dietas, por el ejercicio a menudo impuesto y no disfrutado, acaba existiendo solo como objeto inerte, tal vez digno de ser admirado, pero falto de pulsión. La mujer se ocupa más de su cuerpo para lucirlo que para disfrutarlo. Prefiere obtener la admiración que gozar de las sensaciones que se generan en él.

¿Cómo reconectar con nuestro cuerpo? ¿Cómo entregarse al placer?
Se trata principalmente de conseguir algo tan fácil y a la vez tan complicado como el hecho de parar y volcar la mirada hacia nuestro interior en lugar de centrar nuestra atención en el afuera. Nuestro cuerpo está diseñado para el placer, a diferencia de los hombres, la mujer posee un órgano exclusivamente diseñado para el goce: el clítoris.

También es básico el trabajo corporal que facilita el desbloqueo del cuerpo, permite moverlo, sentirlo… Los trabajos de conciencia corporal y de movimiento nos permiten habitar nuevamente el cuerpo inerte, escuchar sus mensajes, descifrarlos... Practicar deporte no es lo mismo, porque se realiza en la mayoría de ocasiones sin conciencia y siguiendo preso de la exigencia para poder adjudicarse un nuevo logro.

Es muy importante combinar la fuerza del movimiento expansivo con los estiramientos y la relajación muscular... Se trata de ganar fuerza y a la vez de ser capaz de soltar tensión y relajar. Tanto la fuerza como la relajación son necesarias para alcanzar el orgasmo. Bailar, jugar, dejarse experimentar entregándose a la experiencia sin pensar, sin juzgarse confiando en nuestro instinto son las maneras de conectarse con el placer.



Mireia Darder y Sílvia Díez
Terapeutas Gestalt