Sentimiento de culpabilidad (II) - por José Antonio Sande
Quiero comentar algunos de los muchos casos de culpabilidad que he tratado y trato en mi consulta. Espero que sirvan de ejemplo y sean suficientemente esclarecedores del gran daño que se hace al niño cuando se utilizan estas estrategias para educarle.
Dos hermanos que estoy tratando actualmente, la chica tiene veintiocho años, el chico veintidós. Desde pequeños, cuando hacen algo que a su madre no le gusta, ella se va a su habitación y se mete en la cama “actuando” como si se hubiese puesto enferma. Esto ha creado el sentimiento de culpabilidad en ellos, porque han aprendido que su conducta inadecuada causa enfermedad en su madre que, en realidad, les está haciendo chantaje emocional.
Mujer de treinta años, dependiente de su madre y muy sometida. Cuando ella hace algo en contra de las ideas de la madre, ésta se echa al suelo y se tira del pelo diciendo que su hija la quiere matar a disgustos. Chantaje emocional.
Tres hermanos cuyo padre es un médico con cierto prestigio. Tanto el padre como la madre les repiten constantemente lo que pueden y no pueden hacer con sus vidas porque eso influye en la imagen que el padre da ante los pacientes, y ellos siempre tienen que quedar bien. Chantaje emocional relacionado con el estatus.
Hombre de cuarenta años. Cuando llegan fiestas o fines de semana su madre se pone enferma, en cuanto va a buscarla para llevarla al hospital se le quitan los síntomas. Chantaje emocional relacionado con la enfermedad.
Hombre de cuarenta y cinco años. Los fines de semana que tiene partido de fútbol con sus amigos su mujer se pone enferma con dolor de cabeza y él se tiene que quedar para cuidar de los niños. Chantaje emocional relacionado con la dependencia emocional.
Chica de treinta y cinco años, no puede dejar a su pareja porque él, según le dice, sufrirá mucho y si le deja su vida quedará destrozada. Chantaje emocional relacionado con la dependencia emocional.
Estos son algunos ejemplos, solo esbozados, de cómo se manipula a las personas utilizando el sentimiento de culpabilidad.
Cuando un niño “aprende” que sus actos, palabras o actitudes causan sufrimiento a sus papás, se instala en su cerebro un programa mental que dice “mi papá y mi mamá son las personas que más amo en el mundo y no quiero provocarles ningún sufrimiento”. Este programa no es consciente, y aunque el niño no lo verbalice, puede hacerse real en su mente. En el plano emocional el programa que se configura es “cuando hago algo que no le gusta a mis papás ellos sufren y yo soy culpable de ese sufrimiento, tengo que intentar evitarlo”. Se configura así un programa en el que, cuando los padres manifiestan, fingen o dramatizan que su hijo les hace sufrir, el sentimiento de culpabilidad se activa y el niño se siente culpable. Si esta manera de relacionarse se mantiene a lo largo de los años el programa se normaliza, se automatiza, se graba en el inconsciente y queda permanentemente activo. Si a esto se le añaden frases como “si haces esto ya no te voy a querer más”, “como no dejes de comportarse así dejo de quererte”, “si tomas esa decisión olvídate de nosotros como padres”, o se mantienen esas actitudes sin necesidad de verbalizarlo, entonces, además de la culpabilidad, se añade el miedo a no ser querido. Todo esto se convierte en programas emocionales y mentales, que condicionan la capacidad de relacionarse del niño y del adulto de una manera tan profunda que no puede ser libre de vivir su vida a su manera, porque siempre habrá alguien a quien se le haga daño.
El sentimiento de culpabilidad, a menudo, es una forma de “amar” mal entendida, que se une al sentimiento de “deuda” y al de “sacrificio” y que convierte al “amor infantil” en una pesada carga. Esta “programación” del amor, supeditado a la “culpa”, la “deuda” y el “sacrificio”, desarrolla en el niño una emocionalidad desequilibrada, dependiente, insana, que le llevará a relaciones interpersonales inadecuadas de sometimiento, sacrificio, servilismo y compensación.
También se da el caso de adultos que, en consulta, dicen que nunca se han sentido culpables, sin embargo yo percibo la estructura emocional de la culpabilidad en ellos. ¿Cómo es posible? Ellos tienen razón, nunca se han sentido culpables porque han tenido mucho cuidado de no activar el programa. Explicaré cómo. El sentimiento de culpabilidad es un programa que, una vez instalado, siempre está alerta, como si fuese la “llama piloto” de un calentador de gas que siempre está encendida pero que solo se dispara para calentar el agua cuando se abre el grifo del agua caliente. Pues bien, lo que estas personas hacen es evitar abrir ese grifo, es decir, evitan las situaciones que activarían totalmente el programa y que harían que el sentimiento de culpabilidad se activase totalmente. ¿Cómo las evitan? Eligiendo someterse a las instrucciones del programa: no causar sufrimiento a los demás, no hacer aquello que pudiese ofender, no diciendo nunca “no” a las demandas de los demás, cediendo territorio emocional ante sus “seres queridos”, evitando entrar en conflicto y tragándoselo, no oponiéndose a los otros aunque no estén de acuerdo con las decisiones o hechos sucedidos y otras conductas que impiden que el programa se active. De este modo, han vivido toda su vida sometidos al programa sin que éste tenga que ponerse de manifiesto, porque solo con esa “llama piloto” ya es suficiente como para que la persona se mantenga dentro de los límites que le marca dicho programa.
Vuelvo a afirmar, esta es la estructura emocional que más personas de cualquier edad y condición tienen desequilibrada. Sin embargo, el trabajo para eliminar esta y otras limitaciones en el plano mental y emocional es posible a través de la Terapia Floral, técnica natural con la que entré en contacto en 1993 y que utilizo en mi labor profesional desde el año 2006.
José Antonio Sande
Terapeuta floral
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